Comentario
En los últimos diez años se han producido en el mundo varios acontecimientos de enorme repercusión: el final de la guerra fría, que ha permitido reducir los gastos militares y extender las libertades políticas a la mayor parte de la población del planeta; la reforma económica en China, que ha mostrado un gran vigor y tenido un éxito notable, lo que ha abierto el camino de la prosperidad a más de 1.200 millones de personas; por último, la creciente toma de conciencia de la gravedad de los problemas medioambientales como el efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la lluvia ácida, etcétera. El progreso ha sido por tanto espectacular. Sin embargo, el subdesarrollo sigue siendo una asignatura pendiente en el mundo de hoy. Es urgente, como ha reclamado insistentemente el PNUD, "un pacto internacional para promover el desarrollo humano".Con objeto de crear un orden internacional más justo, es imprescindible al menos la reforma de los principales organismos multilaterales del sistema de las Naciones Unidas. Especialmente clamorosa es la necesidad de cambiar los comportamientos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, las dos instituciones gemelas nacidas de la conferencia de 1944 de Bretton Woods. Hay que otorgar al Tercer Mundo una mayor capacidad de influencia en la toma de decisiones de esos dos organismos, para evitar que se mantenga su sesgo actual en favor de los países desarrollados. Por otra parte, es necesario y posible liberar recursos financieros para conseguir objetivos de desarrollo, como la universalización de la educación básica, de la asistencia médica primaria o del acceso al agua potable; la eliminación de la desnutrición aguda; el mayor acceso a los métodos de planificación familiar; así como el descenso paulatino de la pobreza absoluta, para lo que será necesario aumentar el empleo y el crecimiento económico general. Para obtener esa financiación, el PNUD recomienda las siguientes medidas fundamentales:- proseguir y acentuar la reducción de los gastos militares en los países desarrollados y subdesarrollados, para ampliar el llamado "dividendo de la paz";- aumentar y, sobre todo, reformar la ayuda oficial al desarrollo, que apenas alcanza, para los objetivos de la OCDE, un 0,35 por 100 de su PNB (la mitad del objetivo propuesto hace veinte años por las Naciones Unidas) y que es necesario reorientar hacia los países más pobres y los gastos prioritarios desde el punto de vista humano;- condonar una parte significativa de la deuda externa, que actualmente bloquea las posibilidades de desarrollo en muchos países del Tercer Mundo;- abrir los mercados solventes de los países desarrollados a las exportaciones de los del Tercer Mundo, especialmente en productos agrícolas y artículos textiles y de confección, ya que el proteccionismo actual es una de las manifestaciones más claras de la falta de solidaridad internacional;- finalmente, impulsar la financiación internacional del desarrollo sostenible, esto es, respetuoso con los equilibrios ecológicos.Medidas ciertamente ambiciosas, pero imprescindibles para empezar de una vez a colmar la brecha que existe entre desarrollo y subdesarrollo.